
¿Electricidad para aprender mejor matemáticas? Lo que dice la ciencia (de verdad).
Un estudio publicado en PLOS Biology analizó a 72 jóvenes durante cinco días de entrenamiento matemático. Mientras practicaban, a algunos se les aplicó una estimulación eléctrica muy débil y no invasiva sobre la corteza prefrontal dorsolateral (la zona que más tira de la memoria de trabajo y el control ejecutivo). ¿El resultado? Quienes partían con una “autopista” de conexiones cerebrales más floja entre áreas frontales y parietales mejoraron su aprendizaje de cálculo cuando recibieron esa estimulación; en cambio, no se vio un efecto claro en tareas puramente de memorización. Importante: la mejora se notó sobre todo en velocidad de respuesta, no en precisión —o sea, resolvían antes, pero no necesariamente mejor.
La lectura fina del trabajo es interesante por dos motivos. Primero, no es una varita mágica: el beneficio aparece en un perfil concreto (personas con menor conectividad funcional de base) y en un tipo de tarea (cálculo paso a paso). Segundo, sugiere una vía para intervenciones personalizadas: si sabemos cómo está conectada tu red frontoparietal, quizá podamos ajustar el entrenamiento (y, en un futuro, la estimulación) para sacarte más partido.
Aun así, hay que ser prudentes: la muestra es pequeña por grupos, el efecto práctico puede ser limitado si solo acelera milisegundos, y falta ver qué pasa a medio plazo o en aulas reales. Ciencia prometedora, sí; atajos milagrosos, no.